domingo, 17 de julio de 2016

Marta y María






¿Prototipo de la Vida Activa y la Vida Contemplativa o un tópico muy socorrido?
El Evangelio de hoy (Lc 10, 38-42) nos ofrece una ocasión para meditar sobre el tema. Por si a alguien le sirve, trascribo algunas reflexiones de mi homilía en la parroquia oblata Virgen Peregrina de Fátima (c/ Diego de León 36, Madrid).
La escena nos resulta familiar. Betania era la casa de los amigos de Jesús (Marta y María y su hermano Lázaro). Jesús, sin previo aviso, llega y probablemente acompañado de los 12 apóstoles. La hospitalidad en Oriente es sagrada. Hay que darles de comer. La agitación de Marta, hacendosa, es compresible. También su reproche a la cómoda hermana sentada tranquila a los pies de Maestro.
“Marta, Marta, te preocupas por muchas cosas y pocas son necesarias, mejor: solamente una. María ha escogido la mejor parte”.
No es que las tareas de Marta fueran reprochables: trabajaba por amor a Jesús; pero ¿cómo compaginar ambas actitudes, esos dos comportamientos?
Marta trabaja por Jesús, pero María está con Jesús.
En la teología de la vida espiritual se ha subrayado el aspecto INDIVIDUAL (no personal, que diría ya relación a otras personas) de la “vida interior”. A raíz del Concilio toda la Iglesia, en cuanto Pueblo de Dios, está llamada a la santidad, pero no sólo “individualmente”, sino “colectivamente”: espiritualidad COLECTIVA, COMUNITARIA. De ahí la insistencia de Juan Pablo II en definir a la Iglesia, Misterio de Comunión: CASA Y ESCUELA DE COMUNIÓN. Equivale a decir santificarse juntos, vivir a modo de la Trinidad.
Creados a imagen y semejanza de Dios, el Dios que reveló Jesucristo: Uno y Trino: UNITRINIDAD, seremos más  nosotros mismos, nos realizaremos plenamente, en la medida que vivamos a modo de la Trinidad: “Como en el Cielo así en la tierra”.
La espiritualidad, la ascesis de la espiritualidad “individual” sigue siendo válida y necesaria. Son clásicos los dos grandes místicos españoles, Santa Teresa y S. Juan de la Cruz. Este presenta el itinerario de la vida espiritual como la Subida al Monte Carmelo: alpinista solitario (con perdón). Aquella busca a Dios dentro de sí misma, en el Castillo Interior: “El alma es como un castillo de cristal”.

Chiara Lubich, ya Sierva de Dios, a cuya escuela aprendí lo que intento decir, habla también del Castillo Exterior. Precioso el comentario que hace un buen amigo y gran “teresianólogo”, Jesús Castellano Cervera, q.e.p.d., carmelita teresiano, sobre estos dos “Castillos”.
La Espiritualidad de Comunión insiste en que a Jesús no lo encontramos sólo en nuestro corazón, en lo más profundo de nuestra interioridad; ni tan sólo en el Sagrario, en la Eucaristía, sino que Jesús, presente en mí, está también en el Castillo Interior  del prójimo (lo que hacéis a uno de los míos…): comulgar (amar) al otro para encontrarme con el Otro. No hace falta “huir del mundo” para encontrarlo, aún más, el prójimo visto así, no es un obstáculo, sino es el camino más seguro para ir a Dios.
De ahí que Jesús nos dejara un Mandamiento que lo llama SUYO y NUEVO. Suyo, porque ya no se trata sólo de “amar al prójimo como a sí mismo” (A. T.), sino “como yo os he amado”: hasta dar la vida, hasta experimentar la ruptura de su comunión con el Padre (cfr. La Carta Apostólica de Juan Pablo II Salvifici doloris, nº 18, comentando el “grito” de Jesús: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?”).
Mandamiento nuevo por ese amor sin medida, suyo porque quiere comunicarnos la vida que desde siempre Él mismo vive en el seno de la Trinidad: la RECIRPOCIDAD en el Amor, ese Amor que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu de Cristo que se nos ha dado, como nos recuerda S. Pablo (Rm. 5,5).
Resumiendo: ¿cómo conciliar a Marta con María y a María con Marta? Son dos caras inseparables de la misma medalla: “Ser activos en la contemplación y contemplativos en la acción.

Madrid, 17.07.2016, Joaquín Martínez Vega, o.m.i.


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