sábado, 31 de octubre de 2015

El misionero ¿protagonista o servidor?






Tenemos entre nosotros a un misionero de Tailandia a quien los Oblatos de  María Inmaculada han confiado la delicada e importante responsabilidad de preparar el próximo capítulo general, equivale decir el evento de la máxima autoridad de un Instituto religioso. Se trata del P. Claudio Bertuccio, siciliano, natural de Mesina, 50 años y 22 entre los “Thais”, es decir, en el país de los hombres “libres”, pues eso significa Tailandia. Aprovechamos su paso por Roma para entrevistarlo...


Momento de la entrevista. Descifrando la escritura: el Gloria en tailandés

Claudio, has vuelto a Italia, pero no de vacaciones…

He venido por unos días, sólo una semana, y para trabajar. Estamos preparando el capítulo general, que iniciará en septiembre de 2016. Será un capítulo un tanto especial, porque coincide con el bicentenario de la fundación de nuestra congregación. Ésta es la tercera vez que nos reunimos los miembros de la comisión pre-capitular. Somos tres: un alemán, un nigeriano que está en Sudáfrica, porque es el secretario de los Superiores mayores de la congregación en toda la región de África, y un italiano que trabaja en Tailandia. Éste soy yo.

Creo que eres el jefe de este grupo, el Comisario del capítulo…

Bueno, el jefe es el P. General. El primer Asistente general, Cornelius Ngoka,  hace de lazo de unión con la administración general y suple al P. General cuando éste está fuera, como esta vez.

Misionero en tierras lejanas. ¿Cómo surgió en ti la idea de ser misionero?

Bueno, la motivación de mi vocación no fue la misión. Me hallaba al final de mis estudios de enseñanza superior y me preguntaba qué haría después. Comprendí que lo más importante no era escoger yo, hacer un proyecto personal, lo realmente importante era saber cuál era el proyecto de Dios para mí. En esta búsqueda y discernimiento me pareció comprender que lo primero que me pedía Dios era dejarlo todo y seguirle. Había llegado el momento de decidir. Así entré en los Oblatos.

Y como los Oblatos son misioneros, las misiones…

A decir verdad, a mí no me interesaba la misión, no era la prioridad de mi opción. La misión vendría después. Lo único que realmente me interesaba  era (lo recalca) seguir a Jesús, y como formaba parte de un movimiento  juvenil que animaban los Oblatos, hice la experiencia de comunidad en su Centro Juvenil. Después seguí el itinerario formativo normal: noviciado, escolasticado… Todo esto en la provincia oblata de Italia. Una vez que hice los votos perpetuos y antes de ser ordenado, hice una experiencia misionera en Filipinas, dos años. Allí fui ordenado diácono. Volví a Italia para la ordenación sacerdotal, con miras a regresar cuanto antes a aquella misión. Sólo que el Provincial me dijo que tenía que ampliar estudios e hice una licenciatura en teología dogmática. Esto me retuvo en Italia unos años más; pero yo seguía pensando volver a Filipinas o al menos a un país asiático. La misión en Asia era mi deseo. Presenté mi petición oficial al General para que me diera el primer destino y le manifesté ese deseo. El P. General era entonces Marcelo Zago, que sería después Arzobispo Secretario de las OMP. Había sido misionero en Laos y una de sus insistencias era que la misión de la Iglesia estaba en Asia sobre todo. Me preguntó si estaba dispuesto a ir a la misión de Tailandia. Así fue como recibí mi “primera obediencia”, como decimos nosotros, para ese país.

No serías el pionero…

No. Cuando yo llegué los Oblatos ya habían celebrado 25 años de presencia en Tailandia. El próximo año celebraremos los 50. Yo llevo allí solamente 22.

¿Motivo por el cual fueron los Misioneros Oblatos a Tailandia?

Nuestra presencia en Tailandia fue motivada por una necesidad concreta, como apoyo para la provincia oblata de Laos. Por aquella época los misioneros destinados a Laos tenían que pasar por Bangkok y por lo general se detenían allí un tiempo para estudiar el idioma. En Laos no había escuela de idiomas y en Bangkok sí. Y como el tailandés y el laosiano son dos idiomas parecidos, algo así como el italiano y el español, aprendiendo el tailandés tenían una base para abordar el laosiano, que aprendían después en contacto con la gente.

Yo creía que la llegada de los Oblatos a Tailandia había sido para acompañar a los cristianos laosianos que huían de su país y eran acogidos en campos de refugiados.

No, no. Antes de eso ya regían alguna parroquia en Bangkok. Al principio se hospedaban en casa de otros religiosos. Pero después consideraron que era conveniente tener allí un punto de apoyo para Laos. Si se necesitaba ir al hospital, por ejemplo, había que acudir a Tailandia, país más desarrollado que Laos. Así pues se decidió enviar al P. Fortin, misionero francés que estaba en Sri Lanka y había llegado a Roma para la preparación del capítulo general de 1966. Fue destinado como superior de una nueva casa la cual, sin embargo, dependía de Laos.

Creo que Tailandia es un país budista casi al 100 %.

Tradicionalmente ser thai se identifica con ser budista. Los tailandeses, en un 95 %,  son budistas. Además el budismo es muy practicado y sentido, aunque  en estos últimos años ya comienza a sentirse la influencia del secularismo, por lo que la religión ya se considera menos importante; pero no podemos olvidar que en Asia hay un fuerte sentido de espiritualidad y no se puede prescindir de la dimensión religiosa.

En ese contexto budista, ¿hay espacio para la evangelización? En concreto, los Oblatos ¿qué hacéis ahí?

Hemos hecho diversas cosas. Al principio se insertaron en la Iglesia local y su labor era principalmente la pastoral parroquial. Pero al desaparecer la Provincia oblata de Laos, con la expulsión de todos los misioneros, en 1975, se dieron cuenta que, si querían seguir en Tailandia, era necesario tener una inserción más realista. Ya no se trataba de apoyar la misión de Laos, había que buscar nuevos ministerios in situ. No relato la historia de todo este proceso, sería muy larga. Actualmente trabajamos en diversas parroquias de diócesis distintas. Hay diez diócesis en Tailandia y nosotros trabajamos en tres. Digamos de paso que el concepto de parroquia es muy distinto del italiano o español, porque tenemos parroquias en las que la comunidad cristiana no supera los cincuenta miembros, así que, más que parroquias, tendríamos que llamarlas meras estaciones misioneras de primera evangelización. Pero además de esto, los Oblatos trabajan en tres ámbitos más.
El primer campo es el social, sobre todo con los inmigrantes que llegan desde la misma Indochina: Laos, Myanmar (ex Birmania), Camboya, Vietnam, etc. buscando fortuna en Tailandia. Estos últimos años nos han llegado muchísimos de Paquistán. Se trabaja también con los que entraron en el país de un modo ilegal y que han terminado en las cárceles de la inmigración. Un oblato trabaja ahí dentro.
Otro campo es el ministerio con los gmong. Los gmong son una etnia presente en varios países del Sudeste asiático, también en Tailandia. Es un pueblo numeroso, seis o siete millones; pero no tienen patria propia y por eso, en los diversos países donde viven: Laos, Vietnam, Sur del China, Tailandia y en diáspora por América del Norte y del Sur, Francia… son siempre una minoría y, como suele ocurrir con las minorías, son perseguidos y explotados.

¿En qué consiste vuestra labor con el pueblo gmong?

La labor de los Oblatos con los gmong ya había comenzado en Laos. Un oblato francés, el P. Yves Bertrais, por ejemplo, inventó su escritura, porque no existía la escritura gmong, su lengua y cultura se transmitían sólo oralmente. En la actualidad, entre otras cosas, producimos  programas radiofónicos que se retransmiten por Radio Véritas de Filipinas y se oyen en todo el sudeste asiático. Todos esos países logran conectarse. Los programas los elaboramos en Tailandia y luego, vía Internet, los enviamos a Filipinas y ellos los lanzan en las ondas. También editamos para ellos dos revistas semestrales, una de cultura general y la otra religiosa, cristiana, que se distribuyen por los diversos países donde viven los gmong. También hemos editado varios libros. Además, como es lógico, estamos insertados entre la gente gmong, vivimos por los pueblos y aldeas donde viven ellos, y así hacemos labor de evangelización.

¿Ejercéis otras actividades apostólicas o eclesiales?

Por supuesto, y éste sería el tercer ámbito. Ejercemos otras tareas muy variadas al servicio de la Iglesia local. Yo mismo, por ejemplo, desde hace varios años, prácticamente desde que llegué, trabajo en el campo de la formación, de la formación del clero local sobre todo, en la etapa de la primera formación: he sido director espiritual del seminario durante unos 10 años. Pero trabajo también en la formación continua de los sacerdotes. Estoy en la Comisión Episcopal del Clero para este cometido. Del punto de vista teológico, formo parte de una Comisión Teológica de la Conferencia Episcopal y represento a la Conferencia de los Obispos de Tailandia en la Comisión Teológica de las Conferencias Episcopales de la región.

Cuando yo visité Bangkok me llamó la atención la pujanza del seminario diocesano. Dinos algo sobre él.

Bueno, el seminario, aunque está ubicado en Bangkok, no es diocesano, es el seminario nacional, de toda la Conferencia Episcopal. No hay más seminarios en todo el país, ni siquiera los religiosos tenemos seminarios propios. Van todos a ese seminario nacional. La Iglesia en Tailandia es pequeña. No compensa multiplicar los seminarios.

¿Hay vocaciones nativas?

Ahora han disminuido; pero, en el pasado, en mi opinión, había demasiadas en proporción al número de católicos. Es fruto de la cultura local. Una razón es porque, como dije antes, la dimensión religiosa es muy viva. Por otra parte, en Tailandia es habitual para todo varón hacer una experiencia religiosa. En el monaquismo budista era normal (ahora no tanto, debido al sistema de estudios y por razones de trabajo), que todo varón, antes de casarse, pasara un tiempo en el monasterio: un mes, seis meses, un año… como monje budista.

Y esa será la cantera de bonzos

Sí, en el budismo, cuando tú te presentas para ser monje, te ordenan enseguida. No hay un pe-ríodo de preparación, porque es una elección de vida personal y si yo me presento, me pongo de acuerdo con el abad del monasterio y sin más se hace la ordenación de monje. La formación prosigue después, si uno se queda. Algunos deciden quedarse de por vida; pero en el monasterio budista no existe una institución a la que haya que recurrir para salirse. Lo decido yo, cuelgo el hábito, me visto de laico, de civil y todo termina ahí.

¿Cómo es la coexistencia de los cristianos en ese contexto budista?

Generalmente la coexistencia es pacífica. No hay conflictos religiosos. A veces los cristianos del lugar pueden notar una cierta discriminación en su propio contexto social. La Iglesia, aunque el episcopado sea local, aunque la mayor parte del clero sea local, se la considera extranjera. Hay algunos religiosos de fuera; pero en Bangkok por ejemplo, hay 100 sacerdotes diocesanos y casi todas las parroquias las regentan ellos. Sólo hay dos párrocos religiosos, uno es oblato.

¿Cómo se ve a la Jerarquía católica, se la respeta?

Ah, sí. El anterior Cardenal  fue Arzobispo de Bangkok durante 36-37 años y por eso era muy conocido y muy estimado, muy apreciado también por la familia real, que es una institución importantísima para la vida tailandesa. El Arzobispo actual, también Cardenal, es muy reciente, pero también está bien insertado, tiene su influencia y es estimado y apreciado.

¿Cómo concibes el misionero en el hoy de la Iglesia y del mundo?

En estos últimos años, a mi modo de ver, la misión está cambiando de estilo. Antes el misionero llegaba a uno de esos países llamados “de misión” donde la Iglesia no estaba presente para nada. Había que implantarla. Hoy en cambio casi por todas partes hay una Iglesia local. Entonces la presencia del misionero es diversa, hay que entrar de puntillas y ponerse al servicio de una Iglesia local concreta para lo que te hayan pedido. Si antes el misionero tenía gran protagonismo, ahora estamos llamados a ser una presencia más discreta, a ser como un trasfondo sobre el cual pueda resaltar la Iglesia local. Si nos ponemos a servir a esa Iglesia concreta con esta actitud, sin pretender ser la “prima donna”, sin protagonismo, con mucha disponibilidad, podremos serle útiles.

Laos ahora, para los Oblatos, depende de la Delegación de Tailandia. Como sabes, es inminente la beatificación de los 17 protomártires de Laos. Seis eran oblatos. Uno de ellos, Mario Borzaga, ha escrito un libro muy conocido y apreciado: “Diario de un hombre feliz”. ¿Tú dirías lo mismo, te consideras un hombre feliz en Tailandia?

(Sonríe). Sí, sí. Llevo 22 años allí. Si uno  no es feliz no se queda tanto tiempo en el mismo sitio. Esto no quiere decir que no haya dificultades, pero la felicidad no depende de que todo vaya bien, sobre ruedas, uno es feliz porque ha descubierto que está donde debe estar.

Muchas gracias, padre Claudio.
                                                        Joaquín Martínez Vega o.m.i.

Diálogo inter-religioso: El Maestro budista thai "Luz Ardiente" en Loppiano 
con Piero Coda, Rector del Instituto Universiario Sophia

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